Castillo de algodón: eso significa Pamukkale en turco. Y así es. Al estar parada en su ladera, lista para subir, me encontré ante una blanca y esponjosa montaña de cal situada en medio de un valle sereno, muy verde.
Y lo mejor de todo es que hay que quitarse los zapatos para desplazarse sobre esta superficie bañada por aguas termales que emergen de su parte más alta y que, en su descenso, quedan reposadas en terrazas naturales formadas a lo largo de los siglos. Da la sensación de estar caminando sobre una gran piedra pómez.
Pamukkale está ubicada en la región de Denizli, en el valle del río Menderes, en el suroccidente de Turquía, a una hora en avión o 10 por carretera desde la ciudad de Estambul. Diariamente la visitan miles de turistas de todo el mundo que vienen a bañarse en sus aguas azules, a las que se les atribuyen facultades curativas, gracias a su alta concentración de minerales (componentes que hicieron que se formaran estas famosas e impresionantes terrazas).